(esta noticia la subimos como medio informativo, más allá de que no apunta a una construcción revolucionaria, es interesante como paneo general de la situación en Haití)
Sin eufemismos, antes de exponer mis reflexiones acerca de la segunda vuelta electoral en Haití, siento la obligación de dejar constancia de mi rechazo a todas las formas y facetas de la dominación neocolonial vigente e impuesta en mi país. Pues a mi entender, hablar de las elecciones que tendrán lugar el 20 de marzo próximo fuera de este marco histórico y sin tomar posición es hablar por hablar y ser cómplice de este nuevo etnocidio que allí está ocurriendo. Además, las líneas siguientes ayudarán, seguramente, a entender que también hace falta denunciar la crueldad, la perversidad, la hipocresía y el cinismo de la llamada comunidad internacional cuyo manejo indecente de los asuntos internos de un pueblo es simplemente inadmisible.
Oficialmente se admitió que durante la primera vuelta electoral desarrollada el 28 de noviembre del año pasado, sólo participó el 22,78% del electorado. De hecho, entonces, la tasa de abstención de 77,22% tiene que ser el dato relevante ya que revela la indiferencia de una significativa mayoría de ciudadanos en unos comicios donde se elegían además de los miembros de las dos Cámaras también al futuro presidente de la república. Una primera vuelta marcada por masivas irregularidades, fraudes de toda naturaleza y violencia, y boicoteada por la inmensa mayoría de los partidos políticos y organizaciones del llamado campo popular, y en donde el partido Familia Lavalas del ex presidente Jean-Bertrand Aristide fue excluido. Es que, en el fondo, luego de 24 años desde la caída de la dictadura duvalierista, los haitianos han aprendido que no es a través de una elección manejada por la comunidad internacional y por un CEP (Consejo Electoral Provisorio) desacreditado que encontrarán las soluciones a sus acuciantes problemas. Al contrario, a lo largo del tiempo, han comprobado que dichas elecciones han sido muchas veces fuente de empeoramiento de la crisis. Y en este preciso caso, el enorme costo (40 millones de dólares estadounidenses) para realizar una primera vuelta electoral en un país recientemente arrasado por un violento sismo dejando 220.000 muertes y 1.500.000 personas bajo carpas viviendo en condiciones infrahumanas -según cifras oficiales- ha sido otro elemento que provocó el rechazo popular.
Es menester recordar que el mismo día de las elecciones al mediodía, 14 candidatos a presidente –luego quedaron 12 con los replanteos de Manigat y de Martelly- ofrecieron una conferencia de prensa para denunciar los fraudes masivos y exigir la anulación de las mismas. Sin embargo, el CEP y las principales voces de la comunidad internacional dijeron que lo que ocurría no justificaba tal decisión tan drástica y que había que seguir con el desarrollo de la jornada. Hubo lugares donde prácticamente no se pudo votar, otros donde encontraron urnas llenas antes del comienzo de la votación, actas falsificadas y otras destruidas por la fuerza, etc., etc. Por tanto, algunas horas antes del cierre, miles de personas salieron a la calle para expresar su inconformidad y el respeto al voto popular. Es así que durante tres días consecutivos el país estuvo paralizado por violentas manifestaciones. Hubo una cantidad de muertos hasta ahora no precisada, los manifestantes incendiaron la sede del partido oficial INITE en Puerto Príncipe, atacaron supermercados, bancos, y destruyeron, por ejemplo, en la ciudad de Les Cayes a todos los principales establecimientos del Estado. Manifestaciones que iban a recrudecer el 7 de diciembre después de la proclamación por el CEP de los resultados dando a Mirlande Manigat el primer lugar con un 31,37%, el segundo lugar al candidato oficialista Jude Célestin con un 22,48% y el tercer lugar al ex cantante Michel Martelly con un 21,78%. Una vez más la respuesta de la calle no se hizo esperar. Con un país en llamas y un CEP totalmente desacreditado, la comunidad internacional para salvar su figura y “sus comicios” ordenó al presidente Préval de solicitar a la OEA el envío de una misión de ”expertos” para examinar las “actas”. Es así que esos “expertos” pudieron sólo a partir de actas falsificadas determinar como por arte de magia que Martelly ha de pasar al segundo lugar y Célestin al tercer puesto.
Ante el intento del gobierno de no aceptar las “recomendaciones” de los “expertos” y el pedido cada vez más fuerte de la anulación, la comunidad internacional aumentó sus presiones. Edmond Mulet, el jefe civil de la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití) anunció que los resultados tenían que ser proclamados el 2 de febrero ya que el gobierno tenía en sus manos el informe de los “expertos” de la OEA. Por la duda, ante ciertos rumores de desobediencia, dos días antes desembarcó en Puerto Príncipe Hillary Clinton. Hizo desfilar a uno tras otro en la residencia del embajador norteamericano: primero a Manigat, luego a Martelly y al final a Célestin. Una manera muy diplomática para recordar a todos quién manda en Haití. Así, sin sorpresa alguna, el portavoz del CEP en la mañana del 3 de febrero leyó rápidamente un papel ante los periodistas que habían pasado todo el día anterior y la noche en la sede de este organismo. Sin dar, esta vez, porcentaje alguno, repitió como si fuera un loro los resultados ya indicados por la comunidad internacional. Así, sin el menor pudor y cierta dignidad, el CEP descartó sus propios resultados. Y como si todo fuera poco, 4 consejeros sobre 8 anunciaron oficialmente y por nota publicada en la prensa que no habían firmado el papel que se leyó. Actitud que inmediatamente invalidaba los resultados puesto que la ley electoral haitiana exige que toda decisión de dicho organismo para que sea válida necesita de la firma de la mayoría de sus miembros. Sin embargo, los embajadores de los EE.UU., Canadá, Francia, España y Brasil, llevando la indecencia hasta su paroxismo, declararon que Haití había concluido exitosamente una primera etapa y que ahora había que caminar hacia la segunda vuelta. Avalaron así una farsa sin precedente. Y fue un Mulet envalentonado y radiante, adelantando el propio CEP, quien anunció a la prensa que esta segunda vuelta se haría el 20 de marzo y los resultados parciales se comunicarían el 31 de marzo y los definitivos el 16 de abril. Durante todo ese tiempo, Préval no pronunció palabra alguna al respecto. Su mutismo y su cobardía exacerbaron hasta algunos de sus partidarios.
Si ese comportamiento de la comunidad internacional no se llama injerencia, neocolonialismo, etc., habría, creo, que reinventar a la política como disciplina científica y crear nuevas categorías de análisis.
Ahora bien, habrá en Haití este domingo 20 de marzo una segunda vuelta electoral entre Manigat y Martelly. Dos políticos que no representan peligro alguno para esta comunidad internacional. Por ejemplo, en ningún momento hicieron una mínima alusión a la ocupación del país, a esta injerencia sin límite, a los mecanismos que engendraron la pobreza que sin embargo fustigan a cada rato; por ende, no es sorprendente que no hayan presentado propuestas concretas para erradicarla y combatir la dependencia. Martelly es tan indecente que declaró que no tenía problema de tener al ex dictador “Baby Doc” Duvalier entre sus asesores.
Pero en un país que se debate todavía entre los escombros del terremoto, donde el 80% de su población está viviendo en la pobreza, donde hubo serios enfrentamientos en los últimos días de la campaña entre partidarios de Manigat y los de Martelly, donde existen esos flagrantes atropellos a la soberanía nacional y a la dignidad del pueblo, es obvio que esa segunda vuelta no sólo constituye una farsa sino que agravará la crisis de un sistema decadente y en descomposición acelerada.
Por todo ello -y muchas otras cosas más-, entiendo que no puedo emplear eufemismos para referirme a esa segunda vuelta. Lo más sensato en función de los intereses del pueblo haitiano hubiese sido la anulación de esos comicios, la partida de la MINUSTAH, la disolución del CEP, la renuncia de Préval y la formación de un gobierno de consenso nacional.
Henry Boisrolin
(Coordinador del Comité Democrático Haitiano)
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