En noviembre de 2010, en la ciudad andaluza de Córdoba, se
realizó una Mesa Redonda sobre movimientos sociales latinoamericanos
como uno de los actos por el centenario de la Confederación Nacional
del Trabajo, la histórica central obrera del anarcosindicalismo
ibérico. El Libertario
estuvo presente en ese evento, con la ponencia que aquí se resume. ---
- Las luchas sociales en el S. XX --- El inicio de la historia moderna
de las luchas sociales en Venezuela sin
duda se asocia con la transformación que en todos los órdenes trajo la
explotación petrolera en gran escala a partir de la década de 1920.
Ello fue evidente tras la muerte del dictador J.V. Gómez, quien dominó
la escena política con puño de hierro desde 1908 hasta diciembre de
1935. Su deceso dio la campanada para que se hiciesen presentes en el
ámbito
político-social diversos actores colectivos organizados, de reciente
aparición y hasta entonces reprimidos por la tiranía. Destacan
sindicatos obreros y asociaciones estudiantiles, pero también hubo
agrupaciones femeninas, culturales, campesinas, de educadores y de
profesionales universitarios.
El rumbo de esos movimientos sociales modernos se verá desde aquellos
tiempos (fines de la década de los 30 y a lo largo de los 40 y los 50)
sujeto a enormes trabas en cuanto a su eventual autonomía. Por un
lado, en ese lapso se consolida y hace más complejo el rol del Estado
como gran administrador local del capitalismo rentista petrolero,
donde serán las
posibilidades de acceso a esa renta por vía estatal las que determinen
en modo principal la conformación de clases sociales que se define en
aquel período: burguesía, capas medias, proletariado. El Estado será
gran promotor, financista y realizador de las innovaciones que exige
el capitalismo, por lo que obviamente no le interesa que desde los
movimientos sociales surjan autónomamente opciones de modernización
distintas, así que usará los medios de que dispone para evitarlo,
mayormente con el reparto populista de migajas, a veces la represión
sin
bozal. Por otra parte, esos años son de pugna por el control del
Estado entre Fuerzas Armadas ? clásico mayoral del gobierno en la
historia patria - y partidos políticos (en especial el
socialdemócrata AD ? Acción Democrática -, pero también el
democristiano COPEI, el liberal URD y el Partido Comunista de
Venezuela). Estos partidos, que nacieron después que
las organizaciones sociales, pronto las controlan convirtiendo al
activismo social en militancia partidista e imponiéndole rol
subalterno, con sus luchas sometidas a ?la línea del partido?. Ejemplo
de ello fue la evolución dominante y casi única en el sindicalismo
desde los años 40 y por lo menos hasta la década de 1980.
En enero de 1958 cayó la dictadura militar que regía desde noviembre
de 1948. Se monta entonces un nuevo acuerdo entre los factores de
poder del capitalismo rentista venezolano: el Pacto de Punto Fijo
(Punto Fijo es el nombre del lugar donde se firmó dicho acuerdo). Allí
se certifica elestablecimiento de la democracia representativa y el
triunfo de los partidos, en particular AD y COPEI, como gestores del
Estado rentista, por lo que se esfuerzan en suprimir cualquier
expresión significativa de malestar social. Los partidos contaban con
una enorme presencia entre el
colectivo (se estima que en 1958 entre 25 y 30 % de los electores eran
militantes registrados de las cuatro formaciones políticas
principales) y ya habían impuesto sujeción a los movimientos sociales;
ahora podían fortalecer esa hegemonía con el clientelismo: reparto
desde el Estado de cargos, favores, recursos y, en especial, promesas,
entre quienes de otro
modo serían ganados para conflictos y protestas. Tal mecanismo de
control político funcionará con bastante éxito hasta la década de
1980.
A partir de 1983 llega la crisis del modelo de economía petrolera que
había sustentado al Pacto de Punto Fijo, acompañada del desgaste de
los artificios de domesticación bipartidista a los movimientos
sociales. Además, los poderes transnacionales imponen al Estado
adoptar el recetario neoliberal y restringir las prácticas del
populismo clientelista. En ese
contexto, se abren brechas para que en los conflictos sociales
aparezcan presencias reconocibles y relativamente amplias de acción
autónoma, no sometidas a los partidos políticos tradicionales. Esto
ocurre tanto en organizaciones previamente existentes como en las
expresiones de los nuevos movimientos sociales: grupos ecologistas,
vecinales, indígenas, del neofeminismo, GLBT, para mencionar algunos.
La indicación más dramática de cuanto cambiaban las cosas fue la
revuelta popular espontánea del ?Caracazo? (27/2/1989), la
manifestación de descontento social más
importante de nuestra historia, ante la cual el poder autoritario no
tuvo otra respuesta que una sangrienta represión.
- Los movimientos sociales en su laberinto
Al declinar el control bipartidista sobre las luchas sociales, a los
factores reales del poder les resulta indispensable un reemplazo, que
encuentran en Hugo Chávez, líder del fallido golpe militar del
4/2/1992. El disgusto colectivo por la situación vigente generó
simpatías hacia ese intento de cambiar las cosas, pese a lo poco clara
de la propuesta de los golpistas. Los espejismos mesiánicos
florecieron y jugaron a favor de Chávez, quien tras una estancia en
prisión sale indultado en 1994 y se
convierte en candidato presidencial, contando con apoyos tanto en la
burguesía y las transnacionales como en la mayoría de los movimientos
sociales y sus activistas, cuyas reivindicaciones promete atender en
cuanto gane las elecciones.
Chávez toma posesión en febrero de 1999, y desde allí hasta mediados de
2007 va el período de su relación con los movimientos sociales que vale
calificar de ?espera esperanzada?, pues estos porfían en sus ilusiones,
por lo que una y otra vez posponen su agenda de luchas y reivindicaciones
propias a favor de aquella que se les impone, donde lo principal es
mantener y consolidar el control del poder estatal por el chavismo y su
líder, siendo los repetidos comicios la herramienta en la que se expresa
?la fidelidad de las masas al proceso?. Por su lado, la oposición
socialdemócrata y de derecha plantea algo parecido: ?primero salgamos a
Chávez, luego se verá lo demás?. Los encandilados activistas sociales
aceptan que desde el Estado se decidan sus modos y objetivos de
funcionamiento, hipotecando la relativa autonomía de acción que habían
ganado en la década anterior. A esto se suma que, gracias al incremento de
precios petroleros, el Estado vuelve a contar con gruesos recursos para
financiar el clientelismo, ahora condimentado con verborrea
seudo-izquierdista.
A partir de los últimos meses de 2007 y hasta hoy, múltiples signos
indican que esa luna de miel entre el gobierno chavista y la
conflictividad social va quedando en el pasado. En contraste con los años
anteriores, de aguda confrontación política pero con desmovilización de
las luchas sociales, ahora se manifiestan con creciente fuerza
reivindicaciones colectivas silenciadas por largo tiempo, aparte que el
uso de parte de la renta petrolera con fines clientelistas no solo se ve
afectado al caer los precios del ?oro negro?, sino también por la
corrupción, la incompetencia y la incoherencia, aspectos en los que este
gobierno es versión incorregible y abultada de los anteriores. Por ello,
le cuesta más al chavismo ejercer control sobre esas luchas, que así mismo
dan claros signos de no atarse a la oferta descolorida de la oposición
electoral.
Como confirmación de lo dicho, invitamos a revisar las estadísticas sobre
conflictividad social en Venezuela consignadas en los informes anuales de
la ONG PROVEA (ver www.derechos.org.ve), que estimamos como fuente
completa y confiable sobre este tema. No es posible por razones de espacio
repetir aquí esas cifras y datos, pero ciertamente ratifican que, en este
aspecto, bajo el supuesto socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez hay una
situación similar a la imperante en los regímenes de la derecha neoliberal
en América Latina.
- Esperanzas agrietadas y criminalización de la protesta
Actualmente, y como se corrobora en los informes de PROVEA, la lucha por
la autonomía de los movimientos sociales en Venezuela debe resistir una
creciente criminalización de sus expresiones, abonada en la esfera
jurídico-institucional con un reforzado arsenal de instrumentos para
legalizar la represión, en el plano político con las vociferantes
acusaciones desde el poder que presentan a toda protesta como ?maniobra a
favor del golpismo y el imperialismo?, y en el ámbito social cotidiano con
la intención de hacer que sean las bases chavistas quienes en primera
instancia denuncien y aún sofoquen las acciones disidentes, lo que ha
conducido al para-militarismo y la ?para-represión?.
No obstante, las expresiones de la lucha social autónoma asoman en los mas
diversos espacios: De los conflictos obreros resaltan los casos de
Ferrominera, SIDOR, los jubilados de CANTV y las diversas contiendas en la
región industrial de Aragua; en relación con los indígenas está la lucha
de los Yukpa de la sierra de Perijá; reclamando el derecho a la vivienda
tenemos las ocupaciones y desalojos que ocurren en todo el país, como
también sucede con las múltiples protestas ante fallas y carencias de
servicios públicos; dentro y fuera de las cárceles hay una sostenida
bronca contra la barbarie del sistema penitenciario; en cuanto al clamor
de los agraviados por la violencia sin freno del aparato represivo hay que
mencionar al Comité de Víctimas Contra la Impunidad del Estado Lara; en
los temas de género la labor de la Casa de la Mujer Juana Ramírez en
Maracay; sobre la protesta estudiantil destaca la odiosa persecución
judicial que padece, sin nada que envidiar a lo vivido en tiempos del
Pacto de Punto Fijo; mientras que para el campesinado, si se conforman
llegan promesas y limosnas, si se agitan van sicarios y tribunales.
Descripciones para estos casos y otros más, se consiguen en las ediciones
impresas, la web y el blog de El Libertario.
¿Hubo, hay o habrá perspectivas positivas para los movimientos sociales
dentro de la oferta del ?socialismo bolivariano?? Solo cabe responder NO,
pues cualquier avance se ve negado con la imposición autoritaria y
caudillista de un régimen donde el activismo social debe doblegarse al
patrocinio, ideología y control del Estado; con la dependencia borreguil
ante promesas demagógicas cuya ejecución exitosa depende del paternalismo
burocrático; con la creciente corrupción e ineficacia que infecta tanto al
sector oficial como a las organizaciones sociales que le están sometidas;
con la propuesta socialista convertida en mera coartada para una política
al servicio de las transnacionales y del ascenso de la "boliburguesía",
nacida a la sombra de la gigantesca corrupción gubernamental. El
desarrollo libre y pleno de los movimientos sociales solo puede darse
rompiendo con la tutela que el chavismo ha ejercido sobre la mayoría de
ellos. Por supuesto no para caer en manos de la derecha liberal o la
socialdemocracia, sino concretando ideas y vías de acción que surjan de su
andar autónomo, al calor de las luchas y fines que son su razón de ser,
como lo muestran alentadores signos que se perciben en diversas protestas
sociales actuales antes mencionadas.
En El Libertario nos ha correspondido en estos años la difícil tarea de
desenmascarar las ilusiones desmovilizadoras creadas por el Estado, el
Capital y sus aliados, unas con la careta socialista del gobierno y otras
con el antifaz democrático de la oposición socialdemócrata y de derecha.
Con persistencia, vamos abriéndonos caminos para acompañar los bríos por
construir autonomía que nazcan desde los movimientos sociales, donde nos
esforzamos por ganar espacio para las propuestas de acción directa,
autogestión y apoyo mutuo que como anarquistas promovemos.
[Para información de lectores que no comprendan el español, en
www.nodo50.org/ellibertario están disponibles más de 60 textos originales
de El Libertario que han sido traducidos al inglés, así como un buen
numero de artículos en francés, alemán, italiano y portugués.]
El Libertario // ellibertario@nodo50.org
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